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LAS CALLES DE VILLA DEL PRADO

SAN ROQUE, calle de

SAN ROQUE, calle de (de la C. del Álamo a la Avda. del Hospital)

Es ésta una de las calles más representativas del casco antiguo, de varios siglos de antigüedad, empedrada y formada por casas de tipo tradicional, entre las que se encuentran bastantes fachadas de gran valor histórico. La denominación de ésta calle es antigua, quizá data de cuando en Villa del Prado se comenzó a venerar a San Roque, después de una epidemia de peste en el año 1599. En el último tramo de ésta calle se situaban las famosas Eras de San Roque, que existieron hasta la década de 1970.

Existió en éste último tramo de la calle la Ermita de San Roque. Ésta ermita se construyó a partir de 1615 con la colaboración de todos los vecinos, que aportaron sus caballos y sus manos para realizar las obras, llenos de esperanza y haciendo unir sus fuerzas para luchar contra las pestes por medio de sus oraciones. Alrededor de dos siglos más tarde, en 1805, estaba en un estado muy deteriorado y el municipio decidió desmantelar ésta ermita, desapareciendo definitivamente. Desconocemos qué fue de la imagen tan venerada de San Roque que debió estar allí dentro.

La calle de San Roque comienza en forma de cuesta arriba, formando parte de una zona "alta" del pueblo. Es aquí donde se encuentra un gran número de vetustas viviendas de varios siglos de antigüedad, algunas con inscripciones talladas en piedra y fechas del siglo XVII.

En 1599, tras una epidemia de peste, los vecinos de Villa del Prado decidieron comenzar a dar culto a San Roque, patrón de los enfermos de peste y también a Santa Ana, por llamarse Ana la entonces señora de La Torre de Esteban Hambrán, la cual les facilitó el uso de los fondos municipales para combatir la epidemia. Con el tiempo la devoción "oficial" a Santa Ana se disipó, pero el nombre de San Roque y su ermita permanecieron mucho tiempo, quedando recuerdo de aquello hoy en día en el nombre de ésta antigua calle.
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Según un documento del siglo XV titulado "Acta Brevoria", San Roque nació en Montpellier (Francia) en el siglo XIV. Al parecer ya su nacimiento fue de carácter milagroso, pues sus padres no podían tener hijos e hicieron promesa a cambio de que les naciese uno. Quedó huérfano muy pronto y un buen día decidió ser humilde y pobre y lanzarse a viajar predicando, vendiendo todos sus bienes para repartirlos entre los necesitados. Inició un peregrinaje a Roma, y ya en suelo italiano, se encontró de repente con una epidemia de peste en la ciudad de Acquapendente, donde Roque se instaló en un hospital ayudando a curar enfermos. Allí aprendió nociones de medicina y posteriormente curó a un cardenal también contagiado.

Continuó Roque predicando el Evangelio y curando o atendiendo a apestados en diversos lugares de Italia y ya caminando de regreso a Francia, pasando por la ciudad de Piacenza, el santo cayó enfermo de la misma peste y se retiró a un bosque de las afueras de la ciudad. Allí de repente un perro empezó a visitarle todos los días. El perro traía siempre trozos de pan que probablemente salvaron la vida de Roque y también se dice que el animal lamía las heridas del santo curándoselas. El dueño del perro, llamado Gottardo Pallastrelli, viendo que le faltaba pan, siguió al chucho y descubrió a Roque en el bosque y tras hablar con él, decidió también peregrinar y predicar. Tras una aparición de un ángel, Roque quedó definitivamente curado de la peste y siguió su camino hacia Francia a solas, pero desgraciadamente unos soldados lo detuvieron acusándolo de espía (otros dicen que por mendigo) y fue encarcelado, falleciendo de flaqueza en la prisión hacia el año 1379. Fue canonizado en el siglo XVI y se le representa en las imágenes con una herida en la rodilla y al lado, el perro que le llevaba el pan.

La devoción por Roque como hombre santo comienza mucho ántes de su canonización y se fundaron numerosas capillas e instituciones en su honor, como la "Scuola di San Rocco" para enfermos de peste, y después iglesias por todo el mundo. En España tiene también gran devoción desde que se extendieron las narraciones de su vida, por ejemplo en Cataluña donde había algunas tradiciones en las cuales la gente ofrecía velas incluso al perro y ése día se permitía la entrada de perros en las iglesias de San Roque. Los ciudadanos afectados por las pestes de siglos anteriores tuvieron siempre a San Roque presente para rogarle por el fin de tales calamidades, como en el caso de nuestro Villa del Prado.

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